miércoles, 24 de octubre de 2012

¿La Biblia nos manda a confesar los pecados solo directamente a Dios?

             No, la Palabra de Dios nos indica que como un acto de humildad y una muestra exterior de nuestro arrepentimiento y conversión interior, debemos confesar los pecados, ante aquellos que Jesús les encomendó la misión de propagar su Reino, porque Cristo Jesús quiso dar a sus seguidores el Poder y la Misión de reconciliar la humanidad con Dios, por medio de su Nombre (su presencia activa) en la Iglesia, por eso la Biblia nos manda en Santiago 5,16: "Confesad pues vuestros pecados unos a otros y orad los unos  por los otros, para que seáis salvos: porque mucho vale la oración perseverante del justo". El sacramento de la reconciliación o Confesión no es un invento de la Iglesia, como lo hacen ver algunas sectas, es una practica Bíblica, como se lee en Hechos 19,18: "Y muchos de los que habían creído venían confesando y dando cuenta de sus hechos". Esto tiene antecedentes en el Antiguo  Testamento que nos dice: "No te avergüences de confesar tus pecados, no te opongas a la corriente del río". (Eclesiástico 4,26). Pero su cumplimiento evangélico se inicia en Marcos 1,5 con Juan el Bautista: "Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados". "Y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados". (Mateo 3,6).

              Claro que debemos confesarnos ante Dios (Sal 32,5) porque no podemos ocultar nuestros pecados ante Dios (Sal 139,2),  de antemano los conoces nuestra condición (Sal 103,14), también la sinceridad de nuestro arrepentimiento, y Dios no desprecia un corazón contrito y humillado (Sal 51,19),  pero debemos reconocer nuestras faltas ante los delegados de Cristo porque así Dios lo dispuso en su Santa Palabra: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado le hacemos a él mentiroso, y su Palabra no está en nosotros" (I Juan 1,9-10).

              En la Biblia vemos también otros casos donde todo el pueblo de la Antigua Alianza,  se congregaba en ceremonia de penitencia y confesión de pecados ante los profetas (cf Lv 16,21; Esdras 10,1; Nehemías 9,3; I Samuel 7,6; Joel 1,14; 2,16; Jonás 3,7-10),  para reconocer públicamente las faltas y pecados de la comunidad  y las de sus padres (cf Lv 26,40; Joel 2,17; Nehemías 1,4-7; I Mac 7,36; Mi 7,18-20; Sal 51,5-7; Jer 14,20). "El que encubres sus pecados no prosperará; más el que confiesa y se aparta alcanzará misericordia" (Proverbios 28,13).

              Veamos el caso del grave pecado del Rey  David, el se arrepiente y pide perdón a Dios de todo corazón como se lee en el Salmo 51, pero también confiesa su culpa ante un hombre, el Profeta Natán: "Entonces dijo David a Natán: He pecado contra Yahaveh. Respondió Natán: También perdona Dios tu pecado; no morirás" (II Samuel 12,13), el profeta Josué (sucesor de Moisés) también pide que se confiesen su pecado ante él y lo hacen (Lee Josué 8,19-21),  también el hijo prodigo confiesa a su padre, que ha  pecado contra  Dios y contra él (cf Lucas 15,21), para obtener el perdón de ambos, y recobrar su dignidad de hijo, reconocer los pecados ante otros hombres, según la Biblia,  se puede y se debe hacer.

¿Pero sí el Sacerdote es un pecador podrá perdonar los pecados?

            El Sacerdote,  como se lee en Juan 20,23 es un embajador escogido por Cristo para derramar su misericordia, y los pecados quedan perdonados, no por la santidad del Presbítero o Sacerdote celebrante, sino por el poder y la autoridad que el Señor les ha otorgado para perdonar o retener los pecados de los hombres: "Yo les digo: todo lo que atén en la tierra, el cielo lo considerará atado, y todo lo que desaten en la tierra, será tenido por desatado en el Cielo" (Mateo 18,18). El Sacerdote como todo cristiano esta en continuo proceso de conversión y santificación personal, y tiene menos ocasión de caer en pecados y más auxilios a su disposición, y él también debe frecuentemente debe confesarse con otro hermano en el sacerdocio ministerial. El Sacerdote da la absolución de los pecados en nombre de Cristo, es decir en su presencia viva y actuante, y con su autoridad delegada. "Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!" (II Corintios 5,20). Recurramos pues al Sacramento de la reconciliación, con confianza en la misericordia de Dios, y además el Sacerdote nos  aconsejará y nos exhortará para vencer las tentaciones, dándonos remedios eficaces, para nuestro provecho espiritual.

 

 ¿La Iglesia prohíbe el Matrimonio

            La Iglesia Católica nunca ha prohibido el matrimonio, al contrario, para nosotros es un sacramento que Dios Padre instituyó desde el principio de la creación, que además Jesús ratifica, defiende y promueve, como un compromiso sagrado e indisoluble, entre un hombre y una mujer, para formar un hogar delante de Dios y de los hombres, como lo muestras las Sagradas Escrituras. "Tened todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal  sea inmaculado; que a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios" (Hebreos 13,4).

Para el verdadero cristiano, el Matrimonio es sagrado, porque la unión de los esposos es reflejo y testimonio de la unión y el amor de Cristo con su Iglesia (cf Efesios 5, 22-27) es por tanto indisoluble (cf Mateo 19,6) en consideración del plan original de Dios (cf Génesis 2,24).

Para los que critican que la Iglesia no acepte el divorcio, analicen bien estas palabras de Jesús: "El respondió: "¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre"  (Mateo 19,4-6).

 

26. ¿Porque los Sacerdotes tienen que guardar el Celibato?

              Los Sacerdotes, deben realizar votos de pobreza, obediencia y castidad, para poder dedicarse plenamente al servicio de la misión que Dios les ha dado de llevar su palabra y extender su reino, de ese modo: libre de todo compromisos con las cosas del mundo, puede entregarse por entero a Dios como lo sugiere San Pablo:   "Quisiera, pues, que estuvieseis sin congojas. El soltero tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor" (I Corintios 7,32). 

              Jesús mismo fue célibe, para mostraron esa opción de vida consagrada plenamente a servir en las cosas del Padre, con integridad de vida, por iniciativa de Él mismo que hace el llamado, por eso lo es una vocación, por una causa trascendental: "Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que fueron castrados por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda" (Mateo 19,12). Los Sacerdotes Católicos no se casas porque quieren imitar el ejemplo de Cristo, que no se casó y enseñó la superioridad del celibato en el servicio  a Dios con respecto al matrimonio. Todo el evangelio: completo,  da referencias sobre los votos de pobreza, obediencia y castidad, que Jesús quiso requerir de sus discípulos, quienes se encargarían de propagar su Evangelio, pero refiriéndonos al gran tesoro del celibato, volvamos con el capitulo 7 de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios: "Yo os quisiera libres de preocupaciones. El soltero se  preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor". El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer; está por tanto dividido. La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. Mas la casada se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a  su marido. Os digo esto para vuestro provecho, no para tenderos un lazo, sino para moverlos a lo más digno y al trato asiduo con el Señor, sin división".(I Corintios 7,32-35).

 

27. ¿Por qué se llama  "Padre" a  los Sacerdotes?

            Llamamos "Padre" porque ellos nos engendran a una vida nueva en Cristo, por eso san Pablo le dice a sus discípulos: "Hijos míos, de nuevo sufro los dolores del alumbramiento hasta que Cristo se forme en ustedes" (Gálatas 4,19). Los protestantes nos critican al respecto, porque literalmente una frase del Señor:  "Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos" (Mateo 23,9). Pero lo que Jesús quiere decir con esta frase es que Dios es el Ser más importante y supremo sobre todas las cosas  y ese puesto en nuestro corazón no podemos darlo a otro ser o a otras cosas (Lee Malaquías 1,6), es falso que Jesús prohiba llamar "Padre" a quienes nos han engendrado  a la vida corporal o espiritual,  lo que condena es que los están en autoridad abusen de poder, usurpen el lugar de Dios  y  exploten a sus dirigidos, que los manipulen a su  antojo o aprovechen su autoridad en perjuicio de los demás, con fines de lucro o dominación. La misma Biblia nos aclara en este aspecto "Hijos, obedeced en todos a vuestros padres en todo, porque esto es grato a Dios en el Señor" (Col 3,20) y en la Biblia no hay contradicciones, las revelaciones se complementan y tienen que existir analogía entre las profecías, esta explicación concuerda con el mandamiento de Honrar  Padre y Madre (cf Ex 20,12;  Jer 24,6; Lc 18,20; Ef 6,1) vemos que la posición de las sectas es muy contradictoria a la Palabra de Dios,  además Cristo llamó padre a San José, y lo obedeció, honró y creció sujeto a su paternidad (cf Lucas 2,51),  y el propio Jesús al referirse al patriarca Abraham también lo llama "Padre" además aceptó ser llamado "El Hijo del Carpintero", "Hijo de David" e "Hijo del Hombre"  y continuamente en la Biblia vemos varios ejemplos donde los apóstoles se llaman, Padres de sus discípulos, a los cuales en  las cartas apostólicas mucha veces llaman Hijos (cf I Cor 4,14-15; I Tes 2,11 ).

 

28. ¿Como los Apóstoles transfieren su Autoridad en la Iglesia hasta nuestros días?

              La transfieren a sus primeros discípulos, por medio de la oración y la imposición de las manos, y así se ha transferido todo el poder y autoridad delegado por Cristo a sus Apóstoles hasta hoy, a este gesto que se ha repetido de generación en generación lo llamamos: Sacramento del Orden Sacerdotal, donde se transfiere el poder de repetir el milagro Eucarístico (Marcos 14,22), el poder  y la misión de predicar y bautizar (Mateo 28,18-19)  de juzgar para perdonar los pecados (Juan 20,21-23),  el ministerio de la reconciliación (II Cor 5,18-20) y representar a Cristo en todo hasta el fin del mundo (II Cor 6, 1-4; Mateo 28,20). Vemos por ejemplo como San Pablo ordenando la Iglesia en sus inicios, le envía una carta a uno de sus discípulos, y le aclara: "El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené" (Tito 1:5). De igual forma le escribe a Timoteo: "No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros" (I Timoteo 4,14). Por eso los Católicos hablamos de los Obispos,  como sucesores de los apóstoles, porque somos herederos de la autoridad y el poder que Cristo dio a sus discípulos, en razón de la duración de la misión de la Iglesia hasta el la consumación de  los tiempos (Mateo 28,20), nosotros al igual que los apóstoles reconocemos las autoridades delegadas por Cristo y las tomamos en alta consideración, por ejemplo veamos como comienza la Carta a los Filipenses: "Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos que están en Filipos, con los Obispos y Diáconos" (Filipenses 1,1).

29. ¿Cuándo Jesús instituye el sacramento de la Unción de los Enfermos?

              Lo instituye primeramente con su ejemplo de vida: "Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo" (Mateo 9,35). "Cómo Dios,  a Jesús de Nazaret , le ungió con el Espíritu Santo = y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él" (Hechos 10,38).

              Luego con un Mandato directo a sus discípulos: "Sanad a los enfermos, limpiad  a los leprosos ..." (cf  Mateo 10,8), "Sanen a los enfermos y digan a su gente el reino de Dios ha venido a Ustedes" (Lucas 10,9). También después de su resurrección les dice a sus apóstoles, que los acompañarán entre otros milagros que: "... Pondrán las manos sobre los enfermos y quedarán éstos curados" (Marcos 16,18) y por ultimo vemos su continuidad en la Iglesia después de su ascensión del Señor, ahora por manos de los apóstoles, que lo llevan a cabo y nos mandan a continuarlo: "¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, oren por él, ungiéndolo con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo y el Señor lo aliviará: y si se halla con pecados, se le perdonarán.  Confesad pues vuestros pecados unos a otros y orad los unos  por los otros, para que seáis salvos: porque mucho vale la oración perseverante del justo" (Santiago 5,14-16).

              Aunque la Unción de los enfermos es un sacramento de sanación física y espiritual, no puede ser usado  como una búsqueda desesperada por huir del sufrimiento,  sino como una muestra de solidaridad, compañía, misericordia donde se encuentra el sentido al padecimiento unido al de Cristo  (Lee  Col 1,24; Fil 1,29) ya que si hemos sufrido con Cristo, estaremos con Él en la Gloría (cf   Rom 8,17) y en algunos casos de preparación para la muerte, como la unción de Cristo en Betania (Juan 12,7), no podemos afanarnos por la salud al punto de llegar a negar, la dimensión redentora del sufrimiento vivido en comunión con  Cristo y su Cruz.   

 

MIS PECADOS SERÁN PERDONADOS EN EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN.

 

ETÍOPE: Yo tengo un tío que siempre dice: "YO ME CONFIESO DIRECTAMENTE CON DIOS". ¿Qué piensas sobre eso?

FELIPE: Aquellas personas que acostumbran a decir: "Yo me confieso directamente con Dios" deben tener mucha prudencia, pues están procediendo a cuenta propia con un poco de soberbia y rebeldía; incluso están poniendo en riesgo la salvación de su alma por despreciar la oportunidad y la gracia de este sacramento. Además, quien ataca el sacramento de la confesión empleando Jer 17,5, manipula la Biblia y actúa temerariamente contra Dios, pues anula y elimina tanto lo relatado en Mt 18,18 y lo señalado en Stgo 5,16. Para llegar a ser auténticos discípulos de Jesucristo toda persona tiene que estar dispuesta a renunciar a su manera humana de ver las cosas para adquirir la manera de pensar de Dios (2Cor 5,18-20).

ETÍOPE: Todo sería más sencillo si hiciéramos lo que Jesucristo dijo que se hiciera.

FELIPE: Bastaría que fuésemos discípulos suyos. Cuando no se cree en el Sacramento de la Confesión es porque aún no hemos aceptado plena y verdaderamente a Jesucristo. La Biblia enseña en Lev 5,25-26 que cada uno debe hacer expiación de sus pecados ante el sacerdote, quien a su vez hará la debida expiación por nosotros ante Dios y nos serán perdonados nuestros pecados. Este ministerio de los sacerdotes del Antiguo Testamento no fue eliminado ni anulado por Jesucristo, al contrario; Él mismo lo asumió y haciendo uso de su poder les dio a sus Apóstoles la autoridad de perdonar los pecados en su nombre. Sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo: a quienes descarguen de sus pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos." (Jn 20,22-23). 

Muchos utilizan como pretexto decir que no se confiesan con pecadores. Veamos lo que dice Hb 5,1-6: "Todo sumo sacerdote es tomado de entre los hombres, y los representa en las cosas de Dios; por eso ofrece dones y sacrificios por el pecado. Es capaz de comprender a los ignorantes y a los extraviados, pues también lleva el peso de su propia debilidad; por esta razón debe ofrecer sacrificios por sus propios pecados al igual que por los del pueblo". En este pasaje el Señor nos invita a acercarnos con confianza al sacerdote sin temor a ser rechazados o a no ser comprendidos, ya que por su misma condición humana y su debilidad está en condiciones de comprender a los ignorantes y a los extraviados.

ETÍOPE: Yo no entiendo entonces por qué muchos dicen que no se confiesan con un hombre tan pecador como ellos y luego van a contarle sus asuntos personales y hasta pagan dinero para que siquiatras y psicólogos los escuchen y les orienten en sus problemas. ¿Ellos nunca pecan? Ah, y por cierto; ¿qué hay de los que van y lo hacen con brujos, santeros y espiritistas y pagan, además, elevadas sumas de dinero por eso? ¿Cuántas personas en medio del efecto de bebidas alcohólicas cuentan todo a los demás sin medir lo que dicen ni quien los está escuchando?

FELIPE: El sacerdote no cobra dinero a nadie por escucharles y puede darles a las personas algo que ningún siquiatra o psicólogo, o ningún santero, espiritista o brujo les puede ofrecer. Esto es: dar la absolución de sus pecados, ganar las almas para Cristo.

 

ETÍOPE: ¿NO ES SUFICIENTE CON QUE UNO SE ARREPIENTA DE LOS PECADOS?

FELIPE: No basta con arrepentirse, la Palabra de Dios dispone en Hch 19,18-19 que, además de arrepentirnos, debemos confesar los pecados.

ETÍOPE: Felipe, me imagino que llevar guardado el pecado por dentro sin confesarlo es algo parecido a tener dentro de los órganos un fuego que está ardiendo produciendo dolor y se calma sólo cuando sale del cuerpo.

FELIPE: Has entendido bien, amigo. Así mismo, el salmista dice: "Hasta que no confesaba mis pecados, se consumían mis huesos, gimiendo todo el día…" (Sal 31,3-5).  Por su parte, el hijo pródigo, estando lejos, ya se había arrepentido; sin embargo en su alma sentía el vacío y el dolor del pecado cometido, que sólo logró calmar al recibir el abrazo, el reconocimiento y el perdón  de su padre (Lc 15,20-24). Ese abrazo simboliza el trato de perdón que el sacerdote da a quien se confiesa y la absolución representa la decisión que toma Dios Padre de dejar atrás la página del error cometido y hacer todo nuevo; es por esto que la paz vuelve al corazón.

 

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